Soñé a una mujer
que no era
una estatua de sal...
ni una costilla aislada
buscando en el horizonte
una escarapela
que le pudiese guiar...
Soñé a una mujer
que no era de cristal
y a la cual
no le brotaban blancas colinas
ni le bañaba su negra cabellera
o le cubría
su candidez sin igual...
Soñé a una mujer real
con la piel como vestiduras
con su pecho maternal
usando su cuerpo
como madriguera
como refugio
como paraíso inmortal...
Soñé a una mujer
que llevaba consigo
una capa de verdad
que dejaba tras sus huellas
un camino lleno
de vida, de emociones
de realidad...
Soñé a una mujer
que entre sus dedos
me recogía
como al agua de un río
sin dejarme derramar,
que me acogía
con la dulzura
de un arpegio de Chopin
que bailaba conmigo
al compás imperecedero
y maravilloso
que solo regala el amor...
Soñé a una mujer
que me ayudó
a entender el mundo,
que a mis oídos susurró
las palabras
de real significancia
que serían mi timonel
mi ancla,
mi rumbo mi pauta
y el legado perpetuo
que leería
para siempre en mi corazón
Soñé a una mujer
que no era de oro o de plata
una mujer que mas bien
era greda sagrada
que se moldeaba a si misma
para sortear
lo que le deparaba
el incierto mañana...
Soñé a una mujer
soñé a una mujer
que era la más bella melodía
que amaba a los demás
y también a si misma
soñé a una mujer
que era poesía
una mujer que era canción
soñé a esa mujer
y esa mujer era yo.
Jessica Carrasco