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Amémonos nativamente,
como en los tiempos idos,
como cuando bajo un árbol
construíamos el nido,
como cuando el pelo
nos llovía negro por la espalda
y cuando el cuerpo
era el único templo
que el alma habitaba...
Hagamos lechos
sobre imágenes sagradas
que los olimpos se ridan
a nuestras fragancias
Que las ninfas blancas
se tornen oscuras
y que lo rezos
recen nuesta locura...
Y así veamos el edén
desde nuestro lado eterno
donde danzan las almas
que nunca han muerto
donde duendes y doncellas
rompe la tradición
y se aman como al principio
sin conjuros ni tradición.
Jessica Carrasco Carrasco
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