Enero, 2018. - Muchas veces se buscan espacios para poder hacer cosas en secreto. De repente ni serían reprochables para otros, sin embargo, se ocultan por miedo al juicio aunque también, porque causan cierto “placer culpable”, en algunas ocasiones.
Cuando se hacen cosas en secreto, se pueden desarrollar sentimientos de culpa. En sí misma, este sentimiento conlleva mucho dolor. Todo pudo haber empezado en la niñez. Si la culpa fue infringida en esa época y era además injustificada (como cuando se tenía un accidente y se recibía un castigo por ello) se puede terminar por no tolerarla y se desarrolla un “cableado cerebral erróneo” para sobreponerse.
El efecto de ese “cableado” se ve reflejado al encontrar placer al sentirse culpable. Por eso hoy, aunque ya estén lejos aquellas personas que infringían castigos injustos, se puede de manera inconsciente, buscar instancias y situaciones en donde se actúe en secreto para volver a sentir aquella culpa que el cerebro asoció con un sentimiento de reto.
La infancia es la época donde se siembran los miedos al castigo y la búsqueda incesante por la recompensa. Mirando el espejo retrovisor, fuimos castigados sin mucha explicación, y crecimos creyendo que parte de nosotros y de nuestros impulsos eran erróneos y no aceptados, por eso se termina ocultando la esencia real del ser, buscando satisfacer necesidades ajenas
El premio al revés
La cultura de la manipulación consiste, en general, en ofrecer recompensas o castigos para obligar indirectamente al individuo a hacer lo que otros consideran apropiado, digno o deseable.
Cuando se censura al otro, se le está manipulando ya que se le entrega algo también, solo que es lo contrario al premio: un castigo. Con este hecho se deja al ser sintiendo el dolor de no recibir el objeto físico, material o emocional que esperaba. El individuo, quien toma el castigo como una forma de no aceptación se esforzará en recuperar el premio perdido, para poder así nuevamente disfrutar el “privilegio” de ser aceptado.
Este privilegio lo asocia la persona con el “amor condicional”. Empieza a pensar que no es amado o aceptado sino hace, siente o dice lo que otros quieren. Se nace diseñado para ser amados por quienes somos y no por lo que otros quieren que seamos, por eso esta forma de manipulación es profundamente efectiva en el corto plazo, pero con el transcurrir del tiempo deja cicatrices casi imposibles de borrar.
Muchas veces, aunque los premios y recompensas ya estén ausentes por parte de personas externas, nace un nuevo verdugo y éste proviene desde dentro. Nos convertimos así en nuestros proveedores de premios por lo que consideramos que hacemos bien o en unos jueces implacables. Nos castigamos hiriéndonos.
Cabe señalar que los objetos que usemos para manipular a nuestros hijos se convertirán más adelante en las cosas de mayor deseo para ellos, por ejemplo: si les quitamos el computador a modo de castigo el niño comenzará a sobredimensionar este elemento.
Hacerse consciente de la cultura de manipulación y de sus nefastas consecuencias es un paso transcendental para iniciar la búsqueda de nuevas estrategias para manejar las emociones al momento de interactuar con nosotros mismos, con nuestros hijos y la sociedad que nos rodea. Una buena memoria será siempre la mejor herramienta en el camino del aprendizaje.
Jessica Carrasco Carrasco